miércoles, 13 de enero de 2010

Las maravillas del volcán Chimborazo


Riobamba, capital de la provincia de Chimborazo,yace a los pies del coloso.


La naturaleza y la fuerza del cosmos se unen en el Chimborazo, ícono de nuestra provincia y símbolo del Ecuador. Debido a la posición en el Ecuador es considerado la montaña más alta del planeta medida desde el centro de la Tierra.
El volcán Chimborazo da nombre a la Reserva de Producción Faunística, que como unidad de protección ambiental fue creada en el año de 1987. Esta área protegida tiene una extensión de 58 mil 560 hectáreas, que comparten las provincias de Chimborazo, Bolívar y Tungurahua.
El acceso por Riobamba hacia parte de la Reserva es cómodo, ágil a través de una carretera asfaltada, que conecta la parroquia de San Juan con las faldas del coloso.
Los atractivos que contienen la Reserva y que pueden ser visitados son numerosos. En primer lugar, y sobre todos, está el nevado que sobrepasa en altura a todas las elevaciones del callejón interandino del país. Los expertos suponen que no ha tenido actividad volcánica reciente.
El ascenso hasta la cumbre requiere entrenamiento y de la orientación de guías especiales. El Chimborazo cuenta con dos refugios, uno a 4 mil 800 metros al cual se llega con vehículo, y el otro a 5 mil metros, donde existen las condiciones para pasar la noche.
Quienes no son andinistas especializados, también pueden encontrar actividades qué realizar alrededor del primer refugio. Sobre todo el deslizamiento sobre la nieve.
Pero, llegar al Chimborazo no es la única posibilidad. Por la vía principal, puede encontrar paisajes realmente diversos y hermosos, en algunos encontrará el desierto, otros llenos de vegetación de altura y otros con grande moles de roca.
La vegetación a lo largo de la reserva está compuesta por especies del tipo herbáceo con la presencia esporádica de pequeños arbustos. Entre las plantas sobresale la chuquiragua, considerada la flor del andinismo. Por supuesto se observa la paja de páramo.
En cuanto a la fauna, la Reserva está habitada por venados, lobos, conejos y aves, como el curiquingue. En los últimos años se desarrollan proyectos para la reintroducción de camélidos andinos, como la vicuña y la alpaca.
En el caso de la vicuña, su regreso fue posible gracias a un convenio internacional firmado entre Ecuador, Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Las tres últimas naciones donaron a nuestro país alrededor de 277 ejemplares, los cuales se adaptaron perfectamente a los páramos del Chimborazo.


Vegetación de altura y paisajes inolvidables.
Yana Sacha

Es importante ir aclimatándose a medida que se avanza a través de la vía principal. Antes de llegar al refugio –siempre con el apoyo de un guía nativo es mejor- puede ir por una explanada hacia Yana Sacha, un conjunto de montañas de roca pura, en cuya cima sobreviven los árboles de papel.
La formación de la roca es tal, que aunque sumamente vertical, con cientos de picos, permite al visitante ensayarse como un verdadero hombre araña y escalar el macizo. Al llegar, la recompensa es una vista incomparable del Chimborazo y la presencia de árboles milenarios que subsisten a 4300 metros sobre el nivel del mar.



Las vicuñas se adaptaron al páramo del Chimborazo.

El templo Machay

Se trata de una formación de roca enorme de forma piramidal, cuya entrada tiene formas extrañas que se prestan para que vuele la imaginación. En su interior se percibe un ambiente húmedo y confortable. Está ubicado a 4.560 metros de altura. Se llega a pie o en caballo.
Quienes han tenido la oportunidad de llegar hasta él aseguran que alberga una energía especial. El lugar motiva un respeto sacro especial, que lo demuestra la serie de peticiones que han sido depositadas en un rincón de la cueva, que sirve como un altar. Allí se observan monedas y pequeños papeles.
Silvio Luis Haro, en su obra “Mitos y Cultos del Reino de Quito”, explica que los indígenas de este lugar del país centraron sus cultos en las montañas. Y las cuevas míticas debieron ser lugares de culto, pues ellas se caracterizan por su “soledad misteriosa, por abras en que sopla el viento, por cubrirse su entrada con escarcha refulgente a los rayos del sol o por ser guarida de cóndores y venados”.
Por tanto, se afirma que las entradas a estos lugares eran lugares aptos para danzas y para inmolar niños y doncellas hijas de caciques, como ofrenda para sus divinidades.


El Cuartel de los Incas


Este atractivo forma parte de la conformada Ruta arqueológica de los Andes del Ecuador. Según la descripción del Ministerio de Turismo, los vestigios del Cuartel de los Incas o Cuartel Huayco constituyeron un tambo utilizado para el descanso de las tropas incas durante los enfrentamientos con el pueblo Puruhá. Este tambo se encuentra próximo a la red del Camino Principal Andino.
Para llegar al lugar, seguir por la vía hacia el nevado, a la altura de la hacienda Santa Catalina, aproximadamente en el km 28, se ubica una quebrada en cuya parte alta está el atractivo arqueológico.
El levantamiento de información del Ministerio ha permitido conocer la descripción arquitectónica del lugar:
En la actualidad existen cimentaciones que conformar una estructura habitacional múltiple, muy similar a las canchas incaicas. Esto es, un patio central de forma cuadrangular de aproximadamente 48 metros de largo por 38 metros de ancho, rodeado por vario recintos rectangulares en los cuatro costados. En el extremo occidental es probable que existan dos muros paralelos y en el extremo opuesto, se conserva un alineamiento de lajas que forma una especie de cerramiento en “L”. En la parte central se ubica una estructura rectangular de gran tamaño en cuyo centro se dibuja un círculo de dos metros de diámetro y un metro de profundidad.
El padre Maldonado, ya en el siglo XVI, hizo una descripción del lugar, en la cual se da a conocer su origen inca. La construcción data del año 1000 D.C.
El cuartel se encuentra construido a base de tierra, en un lugar estratégico, en un valle, para protegerse del frío, y muy cerca de una vertiente de agua.
Esta construcción subterránea está conformada de habitaciones que fueron construidas un metro debajo de la superficie, con la finalidad de conservar el calor.
Los muros son de pirca con argamasa de barro negro, salvo el recinto en “L”, que está construido con lajas de gran tamaño enterradas en el suelo. Entre las herramientas utilizadas para su construcción se encuentran: azadones, hachas y picos.



Rocas en el Cuartel de los Incas, que está ubicado en las faldas.

martes, 12 de enero de 2010

Las Cartas Riobambenses de Espejo


Eugenio Espejo, prócer, médico, periodista, bibliotecario (1747-1795). (Dramatización)

La vida de Eugenio de Santa Cruz y Espejo, primer periodista ecuatoriano, estuvo ligada a Riobamba. Y precisamente, dos de sus obras, han inmortalizado a la ciudad. “Representación de los curas de Riobamba” y “Cartas Riobambenses” demuestran por una parte la preocupación de Espejo por la situación de la Real Audiencia, y también la ironía que lo caracterizaba. Ambas staban relacionadas estrechamente y tenían como hilo conductor la enemistad con dos personajes de la villa: Ignacio Barreto y José Miguel Vallejo.
Cuando los curas de Riobamba le pidieron escribir la réplica legal a un informe cuestionador presentado por Barreto, Espejo sintió que la hora de tomar revancha había llegado.
El “Duende”, como le gustaba llamarse a sí mismo, estaba convencido que el verdadero autor del informe era José Miguel Vallejo, a quien repudiaba por haberlo acusado.
Espejo no podía olvidar el episodio de su detención en 1783, cuando trató de eludir la orden de prestar servicio como médico en una expedición hacia las selvas orientales. Espejo trató de huir al refugiarse en Riobamba, en casa de Vallejo, a quien consideraba su amigo. Sin embargo, fue él quien lo denunció ante las autoridades.

Representación de los curas de Riobamba

Ignacio Barreto se desempeñaba como alcalde ordinario y jefe recaudador de impuesto de la Corona española, y a través de un informe presentado a la Real Audiencia de Quito, acusó al clero de Riobamba de explotar a los indios. Las denuncias se englobaban en cinco puntos básicamente, según el análisis de Philip L. Astuto, autor de la recopilación de las obras de Espejo. Éstos eran:
1. Muchas fiestas religiosas eran perjudiciales a la religión católica.
2. Los sacerdotes exigían dinero a los indios para entrar en la iglesia y para ciertas oraciones.
3. Los sacerdotes de Riobamba eran indecorosos.
4. En días festivos se celebraba la misa con un sermón incomprensible para los indios, pero aceptado por éstos pues indicaba una celebración adecuada de la fiesta.
5. Las numerosas fiestas observadas por los indios iban en detrimento de la agricultura, de la industria y de los intereses de la Corona (Obras completas de Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Philip Astuto, Casa de la Cultura de Ecuador, 2008).
Las acusaciones eran sumamente graves, y por lo tanto, los curas no podían quedarse callados, pues eso hubiera significado aceptación de los cargos. Por eso, acudieron a Espejo, quien nuevamente se encontraba en Riobamba, en el año 1786. Como se ha dicho, Espejo aceptó el encargo, para desenmascarar a sus enemigos, pero también para presentar el estado de descomposición de la Real Audiencia y la explotación del indio.
El precursor de la Independencia optó por desprestigiar moralmente a Barreto y a Vallejo –presunto autor del informe- como su estrategia, siempre usando el sarcasmo y la ironía. Así nació “La representación de los curas de Riobamba”, en el cual, acusaba a Barreto de excederse en la recaudación de impuestos, de extorsión y de robo, además de haber malgastado los fondos públicos con “mujeres licenciosas” (Astuto, Philip). Espejo nombró a dos mujeres casadas que habían sido deshonradas por Barreto: Micaela Cosío y María Chiriboga y Villavicencio.
A Vallejo lo acusó de haber falsificado documentos para aparecer como hijo de noble. Por lo tanto lo tachó de “impostor y sin escrúpulos”.
Astuto analiza que en esta obra, Espejo pinta un cuadro deprimente de la vida del indio. “El hecho de que sus argumentos no fuesen del todo convincentes indica su talento. Estaba impaciente por exponer los defectos del clero en su trato del indio”, dice Astuto.

Los indios, especialmente los mitayos, gañanes y conciertos, se hallan en este caso, trabajando para sus amos, y no cultivan tierras propias. Aun cuando cultivasen las que se llaman del país guasi pongos; no tienen lugar, aptitud ni arbitrio, para adelantar sus intereses.
Harto hacen en sembrar su maíz y sus hortalizas, para supragar a la subsistencia escasísima del año. Si los labradores y los artesanos (dice un gran político de Inglaterra) están acostumbrados a trabajar por un cortísimo salario, y a no gozar, sino de una pequeñísima porción de los frutos de su trabajo, les es difícil, aun en un gobierno libre, el mejorar de su condición, y tratar de concierto entre ellos, y hacer levantar su salario. Parece que el inglés no ha hecho sino la descripción del estado miserable de los indios, que ganando 15 pesos al año, no tienen cómo acumular su propio interés. Trabajen lo que trabajaren, quince pesos hacen su total premio y recompensa.
¿Pero, qué admiración causaría a la humanidad, saber que muchos de ellos, en muchas haciendas y obrajes, no ganan los pesos sino en el nombre? Y en tanto, otros muchos mestizos y españoles, europeos y criollos, por algún trabajillo de algunos días, o de pluma o de aritmética, ganan al cabo del año los centenares y millares.

Eugenio Espejo. Extracto de “Representación de los curas de Riobamba)



Las Cartas Riobambenses

Los personajes expuestos en “La representación de los curas” comenzaron inmediatamente un ataque furioso contra Espejo, que incluso llegó hasta Quito. Con su carácter poco dado a la paz, Espejo volvió a contestar a través de ocho cartas satíricas, que contenían la ridiculización de las costumbres y prejuicios presentes en Riobamba.
“Cartas Riobambenses” están fechas consecutivamente desde el 21 al 27 de marzo de 1787. En ellas, Espejo firma a nombre de María Chiriboga. La suscrita supuestamente describe con pelos y señales los amores con Barreto y se queja de que la sociedad se escandalice por ellos.
Espejo no contaba con el “brío” de María Chiriboga, quien impuso un proceso judicial en su contra por difamación. El propio presidente de la Real Audiencia se solidarizó con la mujer y despotricó contra Espejo por haber escrito “una sátira sangrienta contra la vida y honra de María Chiriboga y Villavicencio”. Astuto explica que las “cartas satíricas le amargaron la vida a Espejo hasta su muerte en diciembre de 1795”.
La etnóloga e investigadora Marcela Costales maneja la hipótesis de que Espejo se ensañó con la mujer, porque ella “despertó en Espejo los recónditos deseos y anhelos de los inasible, lo que jamás podría tocar ni en sueños”.



El misterio consiste (…) en que nuestro sexo se inclina más al brío literario: nos morimos por los guapos, y así, a un hombre que enristre con vigor la lanza, que tomen una cuerda y la ponga con destreza sobre la media luna eclipsada de un toro, que sea membrudo, ancho de espaldas, fuerte de bigotes, esforzado de ojos, tieso al andar, más tieso al escupir, bien nutrido con cecina, entre montañés y castellano viejo, y que piense notablemente, a uno de estos, digo, le meto en lo más íntimo de mis entrañas, queriéndole como a mí misma, peno, lloro y muero por él.

Madamita Chiriboga. Riobamba, marzo 21 de 1787 (El verdadero autor, como se ha visto, es Eugenio Espejo)

lunes, 11 de enero de 2010

Las llamas eran animales consagrados al volcán Chimborazo


Entrevista a Galo Ramón Valarezo. Investigador y académico ecuatoriano, magister en Historia Andina y PhD en Historia Latinoamericana. Autor de 17 libros y de más de cien artículos.

La grácil figura de los camélidos se conjugó con el paisaje por lo menos 5 mil años antes de Cristo en el hoy territorio ecuatoriano, sobre todo al sur del Nudo del Azuay. Una investigación realizada por el prestigioso académico Galo Ramón rastrea el paso de llamas y alpacas por la historia del centro y sur del país.

Los resultados los expuso en la ponencia “El conocimiento ancestral y el turismo comunitario: los camélidos en el Ecuador”, presentada en el V Congreso Mundial de Camélidos realizado en Riobamba, en noviembre del año pasado.
Galón Ramón, Director ejecutivo de Comunidades y desarrollo del Ecuador (COMUNIDEC), analizó además si es posible con la recuperación del conocimiento ancestral en el tema de los camélidos, sustentar una propuesta de turismo comunitario en el Ecuador.
Ramón armó esta ponencia a propósito del congreso, sobre la base de documentos que ha ido recopilando con el paso del tiempo. “A veces uno se encuentra con documentos y no sabe para qué le va a servir, los guarda, después se acuerda que tenía ahí elementos interesante. Por ejemplo, el petroglifo (representación gráfica grabada en roca o piedra) de los camélidos lo había visto mucho antes, pero nunca pensé que iba a discutir el tema”, confiesa.

Hubo camélidos en nuestro territorio antes de la llegada de los incas?

Había bastantes dudas si existían camélidos en el caso ecuatoriano. Mi investigación muestra que principalmente en los Andes del Sur -esto es desde el nudo del Azuay- existieron camélidos desde 5 mil años antes de Cristo. Hemos encontramos un petroglifo que muestra un macho con dos hembras y sus respectivas crías, y astros. Los cazadores y recolectores grabaron este tipo de elemento para rogar a los dioses para beneficiar la caza. Luego en la época del formativo tardío, en la zona de los Cañaris ya se domesticó a los camélidos. En el periodo de integración esto era visible, de manera que ya se alimentaban con carne.
Da la impresión de que no fue muy utilizado para hacer tejidos, sino básicamente para provisión de carne y posiblemente carga. En el caso de los Andes del Norte, la ropa la confeccionaban principalmente de algodón, las alpargatas de cabuya, y en algunos casos se utilizaban cortezas, principalmente en la zona de los pastos.
Pero, la introducción masiva de camélidos se produjo con los incas, y lo interesante es que lo hicieron en todos los climas, incluso en el Oriente. Tenemos evidencias que pusieron rebaños en Zamora, en toda la Sierra; en la Costa los cronistas no vieron rebaños, pero los arqueólogos sí han encontrado huesos.

¿Cuáles eran los propósitos de la introducción de los camélidos por parte de los incas?

La introducción masiva de los camélidos tenía varios propósitos, uno de ellos producir carne y lana para abastecer a los tambos del Capac Ñañ (Camino del Inca). Me parece que se crearon sitios especializados para la producción, sobre todo en la zona del Nudo del Azuay hacia el Sur; en todos los tambos importantes se han encontrado corales con camélidos.

¿Y hubo presencia en Chimborazo?

Quiero destacar la presencia de camélidos en Chimborazo. Los camélidos estaban en dos sitios; unos en la parte alta del cerro. Eran camélidos montaraces que estaban dedicados al nevado, y por lo tanto, estaba prohibida su caza; pero se los sacrificaba de vez en cuando para que no hayan heladas. Otros rebaños estaban en Tapi, donde se asentó la ciudad de Riobamba posteriormente.

¿Por qué desaparecieron los camélidos de nuestro territorio?

Lo impresionante es que cuando vinieron los españoles, los camélidos desaparecieron prácticamente, y eso se debe principalmente a la desvalorización de los camélidos, a la presencia de numerosísimos borregos; recordemos que esta fue la zona obrajera por excelencia, toda la Real Audiencia de Quito, y sobre todo la Sierra Centro Norte. Los españoles consumían de manera no selectiva a los camélidos, consumían incluso las hembras. Cieza, un cronista de la época, señala que se comían solo el corazón y botaban el resto. Hubo un desperdicio brutal, de manera que prácticamente ya hacia 1582 no habían camélidos, o habían desaparecido, incluso de la literatura. Ninguno de los reportes habla de estos ejemplares. Yo he rastreado los testamentos indígenas para mirar si allí se los mencionaba, pero no.

¿Cuándo se vuelve a tener noticias de la presencia de camélidos?

Curiosamente, después de la crisis obrajera, a finales de silgo XVIII, reaparecen básicamente cuando se produjo el cambio de la ciudad, después del terremoto. Hubo el interés por describir qué había en Tapi y se cuenta que personas de Licán tenían rebaños de camélidos. Como en esos tiempos Humboldt hizo su visita (1803), él también se preocupa por hacer pintar estos espacios, y los camélidos aparecen en las pinturas.
Luego en el siglo XIX, los artistas costumbristas, por ejemplo Agustín Guerrero, ya pinta en Riobamba, mujeres que están hilando y caminando con su llama. Entonces, ya se puede observar la reaparición casi milagrosa de los camélidos, que habían sido invisibilizados por la presencia de los borregos principalmente.

¿Su trabajo permite afirmar que hubo tradición de manejo de camélidos en Ecuador?

Todo esto permite sostener que sí había una tradición de manejo que estuvo oculta, que entonces, se trata de entender con mucha claridad qué tipo de manejo se le estaba haciendo a la llama; porque la reintroducción, en algunas investigaciones, considera que no hay tradición acá y que probablemente por eso se están cometiendo varios errores en el manejo. Creo que es cierto en parte, se perdió muchísimo la tradición, pero creo que existen posibilidades de recuperarla y mirar que es posible adaptar los camélidos a diversos climas. Me parece que son elementos básicos. Adicionalmente argumentamos que se puede hacer turismo comunitario, y ubicar a los camélidos como una forma más adecuada de manejo para los páramos.

¿En Chimborazo, dentro de los camélidos, hablamos básicamente de llamas?

Sí. Aunque cuando vino Humboldt, en 1803, vio dos tipos, unos montaraces en el cerro, y otros domesticados. Me parece que las montaraces fueron cazadas posteriormente y desaparecieron. Pero, básicamente hablamos de llamas.
Los incas trajeron alpacas, y repoblaron, y esas fueron las que desaparecieron. Me parece que el biotipo de animales que se conservó fue el de las llamas o llamingos, que se adaptó mucho más a las características que son distintas a la puna; ésta es una zona más lluviosa, con más nubosidad, menor estacionalidad que la puna.

¿Tuvo alguna función ritual el camélido en Ecuador?

Yo distinguía dos momentos. Uno anterior a la llegada de los incas, y otro posterior a los incas. Antes de los incas no tenemos evidencias de que haya existido una actividad ritual con los camélidos, pero con los incas, por supuesto. La principal evidencia es ésta del Chimborazo, que era prohibido pasar y que para nosotros es un hecho muy interesante porque se estaba protegiendo el nacimiento de las aguas. Luego, también se encuentran pequeñas efigies de llamas de oro, que seguramente eran colocadas juntos a los muertos. Luego lo hemos encontrado como sello en Tumipamba, en Cuenca, para identificar determinados objetos; es decir era un elemento de identidad. Para pagar los tributos, se tenía que identificar de qué parcialidad o ayllu venía, y había grupos que tenían sellos con la figura de un camélido.
En otro uso, la sangre de llama se utilizaba para ponerla en las edificaciones, porque se consideraba que brindaba mayor fortaleza contra temblores.

¿Falta por investigar más sobre estas funciones o relaciones?

Me parece que hace falta más etnografía. Mi investigación fue desde los archivos y documentos. Creo que corresponde a los antropólogos hacer un chequeo de cuál es la relación de las personas y los camélidos, y seguramente habrá muchos elementos. La perspectiva de mi investigación se refiere a mirar qué pasó en el proceso histórico.

domingo, 3 de enero de 2010

La cueva del Luterano



Arriba: Entrada a la cueva.
Abajo: Detalle del escudo de la ciudad de Riobamba (Ecuador)

En Guamote (Chimborazo, Ecuador, Sudamérica), a pocos kilómetros de la cabecera cantonal, permanece impasible y oculta en lo alto de una montaña, la cueva del misterioso personaje que ha sido inmortalizado en dos de los escudos de las ciudades de Chimborazo.
Llegar a la cueva desde la ciudad de Guamote es cuestión de media hora a lo mucho, siempre y cuando se cuente con un guía. Y por supuesto, con una mediana condición física.
Para llegar a la cueva, tome la senda de la carretera García Moreno y pase el Camal hasta llegar a la intersección de las vías del ferrocarril. Entonces, hay que transitar por el puente Negro, lo cual tiene su grado de riesgo porque a cada paso, los espacios entre durmientes dejan ver el transitar del río. Las piernas parecen jugar su propia partida con las vigas de madera. Después del primer trance, y un pequeño cruce, estamos ante un camino abierto en la montaña de apenas tres metros.
Esta misma tierra habrá sentido hace más de 4 siglos los pasos de un enigmático extranjero de 60 años, que no tenía más compañía que un caballo con el pelaje negro y unos reflejos rojizos que lo mostraban como envuelto en llamas cuando el sol ardía con mayor fuerza.
La cabeza de este hombre, cruzada con espadas, es la que permanece congelada en el tiempo, ahí en el escudo de armas de Riobamba, concedida por el propio Rey de España como premio a la fidelidad de la villa a la religión católica. Y también en el escudo de Guamote, aprobado en mayo de 1947.

La leyenda

Juan de Velasco y Federico González Suárez cuentan con pequeñas diferencias la leyenda que tiene como protagonista al Luterano. Dice así:
Vivía en las cercanías de Guamote un hombre extranjero y hosco que vivía de alquilar su caballo. De vez en cuanto se presentaba en la entonces aldea de Riobamba (actual Cicalpa, cantón Colta) a pedir limosna pero no en nombre de Dios como era la costumbre de la época. Apenas decía: - - ¿Habrá un pan? ¿Habrá un real?
Lo peor sucedió durante la misa solemne en honor a San Pedro, patrón del asentamiento. En el momento que el sacerdote levantaba la hostia, el ermitaño de Guamote la arrebató de las manos y la arrojó al suelo.
- “Ya veremos si volvéis a consagrar otra vez” - vociferó mientras trataba de herir al cura con un cuchillo.
Ante tal desacato, los caballeros blandieron sus espadas y ajusticiaron al extranjero. Las investigaciones posteriores concluyeron que el individuo era un fanático, un luterano, que pensaba cumplir con un deber de conciencia al profanar el sacramento.
Al enterarse de los hechos, Lope Diez de Armendáriz, Presidente de Quito, ordenó que el cadáver del sacrílego fuese incinerado, lo cual se cumplió.
Los historiadores difieren en la fecha del suceso. Para González Suárez, debió ser entre los años 1588 y 1589; para el padre Juan de Velasco, en cambio, el sacrilegio ocurrió en 1620 aproximadamente.
El investigador Miguel A. Alcoser Zavala, en su “Historia de Guamote” acude a las Ordenanzas del Cabildo de la antigua Riobamba (Villa del Villar Don Pardo) donde se habla del escudo de armas y dentro del relato se aporta con el año del suceso:

Primeramente declaramos que esta Villa tiene por amas y orlas la insignia del Santísimo Sacramento y las llaves del señor San Pedro, patrón de ella, por haberles concedido sus vecinos y moradores en el año de mil quinientos setenta y cinco (1575), día del bienaventurado San Pedro cuando el Luterano, que andaba en hábitos de ermitaño y tenía su habitación en los tambos de Guamote, vino a la Iglesia Mayor de esta Villa se cansó de oír misa en ella, y se puso en la última grada, junto al altar mayor, a donde asistió al sermón y Oficios Divinos y al tiempo de elevación del Santísimo Sacramento envistió de repente al sacerdote que celebraba la Misa y con cuchillo en mano y ánimo sacrílego asió de la Hostia consagrada y le arrojó en el suelo y tiró de puñaladas al dicho sacerdote y le matare, si ya entonces no hubieran acudido los vecinos honrados que lo vieron, con espadas desnudas a defenderle, y el Luterano con una silla de sentar que cogió, se defendió con una osadía que obligó a matarlo, sin embargo de que quisieron prenderle vivo para hacer las diligencias convenientes a tan atroz delito, si bien aunque murió de infinitas heridas que le dieron, no salió de ellas ninguna sangre hasta que le sacaron de la dicha iglesia a la plaza mayor, donde estando corrió de dichas heridas cantidades de sangre y el cuerpo maldito se quemó e hizo cenizas. (Artículo primero de las Ordenanzas del Cabildo).

Para entonces ya se había forjado la leyenda y se habían aumentado detalles de carácter sobrenatural. Entre ellos, que el cuerpo del Luterano nunca expidió una sola gota de sangre dentro del templo, porque no podía mancharse el lugar santo con algún resto del hereje, y que el cuerpo se había convertido en cenizas.

La caminata

La escalada, al propio paso del caminante, permite detenerse de vez en cuando para tomar una fotografía, admirar el paisaje o reconocer algún tipo de planta o flor silvestre.
Luis Segarra, inspector del colegio Velasco Ibarra del cantón Guamote y nuestro guía, demuestra su experticia y se adelanta en unos cuantos metros, hasta que por fin se detiene en lo alto, y sospechamos que la cueva está cerca.
Al llegar vemos la abertura en la peña de roca maciza y por fin estamos en el mismo sitio donde el Luterano habría encontrado refugio.
- En alguna ocasión que subí encontré cirios dispuestos como para algún tipo de ritual- comenta.
La exploración dura poco, porque el agujero de la cueva es pequeño y no nos imaginamos cómo un hombre podía acomodarse en el lugar.
- Se presume que algún tipo de movimiento de tierra cerró el resto de la cueva –explica Segarra.
Desde ahí, en las alturas, podemos conectarnos con el pasado y sentir por breves momentos el aislamiento de aquel hombre, que perdió la razón paulatinamente, hasta el punto de haber cometido un acto que indudablemente significaba su propia muerte.

Otra versión de los sucesos

El periodista e investigador Juan Carlos Morales Mejía en la obra “Riobamba: del Luterano al terremoto” presentó una nueva versión de los hechos reseñados anteriormente. En ella se devela el juego de intereses de acomodados habitantes de la Villa y se descubre la historia del hombre detrás del mito.
Morales acudió al trabajo de Laura Pérez de Oleas Zambrano, publicado en “Museo Histórico” (órgano de difusión del Museo de Quito) en 1953, cuya narración seguimos a continuación.

Entre 1571 y 1575, en las colonias españolas como en todo el mundo occidental, estaba instaurado el poder de la Religión Católica, que había encontrado en la Santa Inquisición el aparato coercitivo para evitar prácticas consideradas como frutos del demonio y la hechicería.
La persecución avanzó hasta quienes no practicaban la misma religión, aún más cuando estaba fresca la Reforma causada por el rebelado fraile Martín Lutero. De ahí que su nombre era oído con horror y como símbolo del sacrilegio.
Parte de la tragedia del médico austriaco Sibelius Luther, fue precisamente tener un apellido similar al de aquel fraile considerado maldito. De Luther, el apelativo pasó fácilmente a Luterano.
El extranjero apareció en Guamote, y desde el principio llamó la atención porque gustaba de recolectar flores, plantas e insectos, los cuales guardaba cuidadosamente en una caja. Siempre se lo veía acompañado de un perro y de su caballo azabache.
Lo poco que se sabía de él era terrible, pues había huido de Hungría, tras un crimen pasional del cual fue víctima su propio hermano. Como una forma de purgar sus penas, dedicó su labor científica a curar a los indígenas y menesterosos. Pronto fue conocido como “Padre Blanco” entre ellos.
La veneración que inspiraba Luther entre los indígenas no fue bien vista por el cura del Corregimiento, Horacio Montalván, quien prohibió que le vendieran productos y conversaran con él.
Luther recorrió por mucho tiempo la aldea, pero no pudo conseguir pan, leche, vino, harina o siquiera un vaso de agua. Su ánimo cambió considerablemente y su presencia se fue desgastando.
Un día se acercó a un merendero y solicitó un poco de pan. La mujer que atendía se indignó ante la sequedad y le exigió que pidiera en nombre de Dios. Luther se negó a hacerlo y desde entonces fue considerado un blasfemo que renegaba de Dios.
Lo sucedido trascendió en todo el pueblo y llegó a oídos del cura Montalván, quien decretó la excomunión del extranjero. Pero no fue todo, un día al encontrarlo, ordenó su arresto para ser juzgado por el Santo Oficio. Tras una bofetada, Luther firmó su sentencia de muerte al vociferar:
- Ave agorera... Algún día cortaré esas manos que se levantan injustas sobre mí.
El médico logró escapar y se internó en lo profundo de las cuevas. Allí terminó de desquiciarse.
Durante la misa del 29 de junio de 1575, cuando la iglesia lucía abarrotada de fieles, un hombre cubierto con una capa negra avanzó silenciosamente hasta el altar y en el momento que el cura Montalván pretendía consagrar lo atacó. Era Sibelius Luther, quien pretendía cortar las manos del sacerdote.
- Nunca más volverás a ultrajarme ni a consagrar con esa mano maldita”- dijo.
Los asistentes impidieron que se concretara la acción y sacaron sus espadas para victimar al Luterano.
El presidente de la Real Audiencia, don Lope Diez Auz de Armendáriz, ordenó que el cadáver fuera puesto en la horca un día, que se le arrancara la lengua, y que luego fuera incinerado. Así se hizo, pero los indios se encargaron de recoger las cenizas en una vasija para luego enterrarla muy hondo en las cercanías de la Laguna de Colta.
Morales Mejía argumenta, sobre la base de esta versión, que el asesinato del Luterano se fue consolidando como un imaginario colectivo para solicitar a España la categoría de villa.

El retorno

Los cantones de Guamote, Colta y Riobamba están íntimamente unidos por esta historia, que para algunos significa la honorabilidad de un pueblo, y para otros simplemente es el maquillaje de un asesinato.
Las reflexiones nos acompañan el resto del camino, y no es difícil que el viento, la tierra y el agreste paisaje nos envuelvan en su misterioso manto.
- ¿Qué hacemos con el pasado? –musitamos mientras plantamos nuevamente los pies en los caprichosos durmientes del puente.